sábado, 10 de enero de 2009

El náufrago se resiste

Durante el verano de 2008, los mercados financieros internacionales padecieron tal inestabilidad que, pese a las continuas intervenciones de los bancos centrales, parecía poco menos que se iba a acabar el mundo. Una tras otra, las entidades bancarias entraban en crisis y no había manera de restablecer la confianza y la necesitada liquidez. Solo cuando algunos gobiernos, como el español, proporcionaron la seguridad suficiente a la devolución de los depósitos bancarios, la tempestad amainó (aunque sigue habiendo una fuerte manejada).

Unos meses después, sabemos que los llamados planes de rescate bancario no están resultando efectivos. ¿Por qué? Esbocemos una posible explicación al fracaso parcial, ejemplificando con el caso español.

Cuando se explica de forma detallada la política monetaria, se aclara que la eficacia de sus medidas depende notoriamente de tres elementos:

1. La credibilidad que tenga la autoridad monetaria. En nuestro caso, la autoridad monetaria no es el Banco Central Europeo, que goza de un prestigio más que justificado y que, salvo alguna excepción de importancia menor, atina en sus decisiones. En nuestro caso, la autoridad a considerar es el Gobierno, que es el que establece el plan de rescate. Cuestiones ideológicas aparte, que sobran en este blog, es indiscutible que la credibilidad del actual Gobierno está más que en entredicho. Desde el inicio de la crisis, los vaticinios que no se han cumplido son muchos más que los que lo han hecho. Y, desde luego, son mucho más importantes. Las medidas adoptadas, o no han surtido efecto alguno, o han sido contraproducentes. Y cada declaración del Presidente, sin duda en busca de restablecer la confianza, se antoja más increíble y utópica.

2. Las expectativas de los agentes privados. La importancia de la credibilidad de la autoridad monetaria radica en que los agentes privados, convencidos de que ocurrirá lo que dice la autoridad, ajustarán sus expectativas, incluso cambiándolas, a las predicciones oficiales. En el caso español, la información aportada por los medios de comunicación, por Internet y por el acontecer diario contradecía sistemáticamente las predicciones oficiales, lo que, lejos de permitir la modificación de expectativas, reafirmaba a los españoles en la creencia de que la crisis sería profunda y duradera. Mucho más a los bancos, cuyas fuentes de información seguramente son más numerosas y fiables.

3. La actuación real de las entidades crediticias. Cuando un banco central ejecuta una política monetaria restrictiva, por ejemplo, elevando el tipo de interés, está seguro de que la medida repercutirá en la economía, pues los bancos, ante el encarecimiento de los préstamos solicitados al banco central, harán lo propio con los concedidos a sus clientes. Pero, cuando la política monetaria es expansiva, no hay ningún mecanismo, salvo la persuasión o la presión, para obligar a un banco a conceder más créditos y más baratos. Eso es lo que ha ocurrido inicialmente en el plan de rescate español. Pese a la disposición de fondos por parte del Gobierno, los bancos apenas recurrieron a ellos. Y, en consecuencia, no incrementaron los préstamos concedidos. Pero, es más, cuando han obtenido fondos adicionales, en lugar de prestarlos al público a tipos de interés bajos, acorde con la reducción de los tipos oficiales, han preferido guardarlos en el Banco Central Europeo. ¿Por qué? Porque les ofrece una rentabilidad mayor que un préstamo, porque, pese a todas las medidas, la desconfianza hacia sus colegas no ha desaparecido y porque tampoco son tantos los clientes buenos, es decir, sin dificultades, que solicitan préstamos en la actualidad.

Esta es la situación que, de otra forma, más técnica, nos explica Rafael Pampillón y que de la que también se preocupa Onésimo Álvarez-Moro.

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