domingo, 25 de enero de 2009

¡Dios mío!

Solucionar cualquier crisis y, en particular, la que estamos viviendo, no debe de ser tarea sencilla. Si lo fuera, seguro que algún gran economista, algún político o el mero azar lo hubiera logrado ya. Pero, entre la dificultad y la propuesta de medidas llamémoslas dudosas, hay un trecho largo. La dificultad la encontramos en las propuestas de Barack Obama, parcialmente recogidas por Alemania, cuando piensa en reducir los impuestos, incrementar el gasto público y regular el sistema financiero. Puede que estas medidas surtan los efectos deseados o puede que no, pero, al menos, son las que racionalmente se imponen. Al menos, son las que la inmensa mayoría de los economistas de todo el mundo consideran adecuadas con independencia de que prefieran una (reducir impuestos) a otra (aumentar el gasto) o viceversa.

Hay, sin embargo, una propuesta "obamiana" que quizá tenga sentido para Estados Unidos, pero que es una propuesta bastante dudosa en la mayoría de los restantes países: la del proteccionismo o, si se quiere, la de consumir solo o mayoritariamente productos nacionales. La idea es simple y hasta atractiva, pero resulta demagógica. Si nuestras empresas tienen dificultades y el paro aumenta, compremos más productos nacionales y menos extranjeros. Así, nuestras empresas venderán más, necesitarán producir más y deberán contratar a más trabajadores. Sencillo y, aparentemente, incontestable.

Esto es lo que debe de haber pensado el Ministro de Industria, Turismo y Comercio, D. Miguel Sebastián (lee este o, mejor, este artículo). Quizá haya sido convencido por alguna persona inteligentísima o extraordinariamente convincente, quizá se ha dejado arrastrar por la Obamanía, quizá debió contestar apresuradamente una pregunta sobre la que no reflexionó lo suficiente. Pero, lo que es seguro, es que olvidó las enseñanzas que, a lo mejor, él mismo impartía como profesor de Fundamentos del Análisis Económico. Porque, como conoce cualquiera que haya estudiado algo -tampoco mucho, que se da en los primeros temas- de Comercio Internacional, el libre cambio es beneficioso para los países que participan de él porque genera una producción mayor que la de los países aislados. Precisamente por eso, por incrementar la producción.

Naturalmente, limitar los intercambios internacionales, cualquiera que sea la forma, reduce la producción, y así se lo recuerdan quienes, desde distintos frentes, han criticado la propuesta. Por ejemplo, y aunque parezca paradójico, el Círculo de Empresarios (lee el final del artículo, es muy interesante lo que se dice). También Expansión. Y, en un análisis más profundo, Daniel Fernández.

Así que, en vez de intentar encontrar la purga de San Benito, será mejor recurrir a los viejos remedios. Que pueden ser más lentos (o no), pero que resultarán más efectivos (casi seguro). Y esos remedios de la abuela (abuelo Keynes, en este caso) están en la política fiscal, de la que el Fondo Estatal de Inversión Local puede ser una muestra.

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