sábado, 25 de abril de 2009

Desempleo en España

Desde hace ya muchas décadas, España tiene un problema en su mercado laboral: no es capaz de generar los suficientes puestos de trabajo para su población. Para no remontarnos más atrás, que quizá fuera pertinente, podemos situarnos en los años setenta y ochenta del pasado siglo. Por entonces, las crisis petrolíferas del 73 y del 79 provocaron el cierre de muchas empresas y el incremento extraordinario del número de desempleados, en parte por los trabajadores despedidos y en parte por la incorporación de la mujer española, así como de los jóvenes que correspondía por edad, al mercado laboral.

Desde nuestra adhesión a lo que hoy es la Unión Europa, nuestra economía ha experimentado distintos vaivenes, si bien la tónica general ha sido de crecimiento elevado (en comparación con los otros países miembros). Expansión que permitió la contratación de trabajadores nacionales, pero que no logró eliminar el problema del desempleo. Cierto es que España recibió a muchos extranjeros, pero no lo es menos que los inmigrantes han ocupado puestos mayoritariamente no deseados por los españoles y que una buena parte de la población aborigen estaba parada.

Ahora, volvemos a encontrarnos en una difícil situación, en una crisis profunda y duradera. Y, como parece ser consustancial a nuestro país, el desempleo aumenta de forma considerable (o exponencial, si revisamos el gráfico oportuno). De momento, y digo de momento porque, desgraciadamente, se está lejos de tocar techo, los parados ya suman más de cuatro millones de personas según la Encuesta de Población Activa (nota de prensa). Nada menos que un 17,36% de la población activa. De tan nefasto dato se han hecho eco todos los medios de comunicación nacionales (ver, por ejemplo, Expansión o La Vanguardia) y los más importantes periódicos internacionales: BBC Mundo, The Independent, Financial Times, New York Times,...

¿Cómo solucionamos el problema? Cedida la política monetaria, nos queda, como opción más importante, la política fiscal. Un aumento del gasto público o (que, en español, incluye 'y') una disminución del tipo impositivo directo, permitirían incrementar (o que no se redujera tanto) la demanda agregada, con el consiguiente beneficio para el empleo. Sobre esta posibilidad, hay que considerar la sugerencia del Fondo Monetario Internacional (leer esta noticia).

Una alternativa es incidir en la oferta, es decir, abaratar el coste de contratar trabajadores. Por ejemplo, reduciendo las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social, aunque esta opción agrava el déficit público y hasta pone en peligro el pago de las pensiones (léase la propuesta del Banco de España y esta opinión). También es posible reformar el mercado laboral en cuanto a los costes de despido y a la facilidad para contratar trabajadores temporales o a tiempo parcial, reforma que lleva siendo solicitada mucho tiempo por los empresarios, pero que, personalmente, creo que tendría poco efecto en las actuales circunstancias.

Finalmente, nos queda la política de rentas, como propone Expansión, entre otros que ya han manifestado la conveniencia de un gran acuerdo sociopolítico.

No resulta sencillo, porque no lo es, corregir el problema. Y quizá tengamos que esperar a la recuperación (ver previsiones de AGETT y del FMI) para que el paro vuelva a disminuir. Mientras tanto, habrá que establecer algún mecanismo para paliar la situación de los más afectados (ver la propuesta gubernamental en Cinco Días) y prepararse, como diría mi madre, para el futuro. Que, en lo tocante a formación, dejamos mucho que desear (lee esta noticia y estos datos).

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